jueves, 15 de octubre de 2009

Carta

La letra con la que estaba escrita aquella carta era de una impecable escritura a mano, cursiva y pomposa, sin manchones de tinta o correcciones. Por el estado del papel se podía decir que tenía muchos años, veinte o treinta años o tal vez simplemente había sido muy maltratado.

Con curiosidad y algo de temor, Vía, tomó aquella hoja sospechosamente familiar, y comenzó a leerla sin preocuparse que estuviera saliéndose de su plan.

“Amado Joseph

El tiempo ha transcurrido con inexorable velocidad, y mis crímenes como siempre supimos no podían quedar impagos. Ellos me han encontrado, lo sé y es cuestión de horas talvez días para que me encuentren. No existen palabras en este ni ningún idioma que conozca que pueda expresar el profundo amor que te tengo, tú me salvaste de mi propia inconciencia, de la bestia que se apoderaba cada vez más de mi ser. Eres el único que no ha pedido nada a cambio y que incondicionalmente ha estado a mi lado en los peores momentos.

Por lo mismo, desearía no involucrarte más en este problema, sin embargo no quiero que ellos me encuentren y se lleven lo único que poseo que realmente tiene algún valor. Si alguien debe llevarse lo que me queda de mi alma ese debes ser tú.

Supongo que te mereces que te cuente qué fue lo que ocurrió en realidad y porqué te estoy pidiendo algo así. Siempre me negué a contártelo, no por miedo a tu rechazo, sino porque era demasiado doloroso recordarlo. Mi querido Joseph, espero que mi pequeña historia no cambie tu opinión de mí.”

Sus oscuros ojos se deslizaban con impaciencia sobre las palabras. No parecía ser algo realmente interesante o útil hasta ese momento, pero la figura seca y dura de su maestro apuntando a ese lugar en el que lo único que había era esa carta, le inquietaba.

Miró a su maestro con el rostro inexpresivo por sobre la carta que sostenía con ambas manos. El dedo flaco y marchito ahora parecía estar indicándola a ella, haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda, por lo que sin pensarlo dos veces, dio un paso al lado saliendo de la dirección en que el cadáver apuntaba.

Continuó leyendo con la sensación de que algo andaba mal.

“Unos siete años antes de que me encontraras, yo estaba preparándome para contraer matrimonio con el hombre que mis padres habían escogido para mí. A pesar de todo, a pesar que siempre quise estudiar y desarrollarme, debo admitir que estaba ilusionada, Alfred era el hombre más apuesto, inteligente y caballero que había conocido jamás, y terminé enamorándome de él.

Esperaba con ansias el día de nuestro matrimonio que se acercaba con demasiada lentitud. Ya tenía mi vestido de novia, y mi madre estaba preparando la fiesta, que como correspondía, debía ser grandiosa.

Como la mayoría de la alta sociedad, mis tíos paternos fueron invitados a mi matrimonio, entre ellos había uno especialmente querido por mí, pues él se había preocupado siempre de instruirme, me prestaba libros a los que una mujer nunca hubiera podido acceder en aquella época. Él solía decir que yo era la mujer o tal vez el ser humano más inteligente que había conocido y que esperaba grandes cosas de mí, un pensamiento muy adelantado para esa época en que las mujeres no éramos mucho más que pertenencias.

Cuando llegó aquella tarde, no parecía muy feliz, no como hubiera esperado que estuviera dado que su sobrina favorita se casaría en dos días. Escuché que discutía con mi padre, pero no logré entender de qué hablaban, por lo menos no hasta esa noche…

Mi tío me llevó de paseo, dijo que me daría mi regalo de bodas. Avanzamos por algunos senderos que yo no conocía y terminé por no saber dónde estábamos. Yo estaba feliz de estar nuevamente con mi querido tío, aquel personaje risueño y de mirada profunda como el océano, yo siempre pensé que era una persona casi mágica. Hablamos durante mucho tiempo, evitando el tema del matrimonio, en ese momento creí que sólo era porque él no quería que me casara y tal vez me intentaría convencer que me fuera con él. Me sentía halagada por pensar eso, y ya tenía planeado qué le diría para no herir sus sentimientos.

Entonces ocurrió. Alejados de cualquiera que pudiera escuchar mis gritos, tomó mi sangre…

Antes de que las sombras de la muerte me cubrieran por completo escuché su voz suave y aterciopelada, “pronto entenderás mi pequeña Catalina, tu inteligencia será inmortal”, después de eso, vino el dolor, mi garganta quemaba y el dolor se extendió por mi estómago y mis extremidades. Sentía cómo me retorcía, pero no podía escuchar ni sentir nada de lo que ocurría a mi alrededor.

Cuando al fin desperté, estaba en mi cama, los recuerdos eran confusos e incoherentes. Sin embargo había algo diferente, muy diferente, mis sentidos se habían agudizado y me sentía fuerte”

Vía se detuvo nuevamente, seguía sin entender por qué quería su maestro que leyera eso y comenzaba a pensar en irse y leerlo más tarde. Bajó el trozo de papel e iba a tomar sus cosas para largarse del lugar y evitar que llegaran a descubrirla en aquel lugar junto al cadáver de su maestro. Cuando volvió a mirarlo y vio que sus ojos que la miraban con intensidad “¡Ah!” ahogó un grito por el susto de ver al muerto devolviéndole la mirada. Lógicamente era imposible que la hubiera estado mirando, estaba muerto. Bastó con moverse unos centímetros de donde estaba de pie para que la mirada de su maestro se perdiera en el infinito. Decidió que cumpliría su última voluntad y continuó leyendo en el mismo lugar.

“De pronto tuve la extraña urgencia de ver a mi prometido, algo gritaba en mí que había algo que estaba mal.

Me vestí lo más rápido que pude y salí corriendo de mi habitación, corrí por los pasillos de la mansión sin sentir el más mínimo cansancio. Al llegar al comienzo de la escalera que llevaba a la sala principal, me detuve sin entender lo que mis ojos veían. Estaba toda la familia reunida, incluyendo a aquellos que pronto serían parte de mi familia excepto por Alfred y muchos de ellos estaban llorando y sin excepción sus expresiones eran de tristeza.

Bajé por la escalera mientras poco a poco las miradas se iban fijando en mí. Entonces lo entendí, Alfred había muerto. Seguí bajando mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.

Entre la gente un rostro resaltó con fuerza, era mi tío que me miró con el rostro casi sin expresión, y hubiera pensado que estaba triste si no hubiera sido por un fugaz y casi imperceptible movimiento en la comisura de sus labios que me pareció una sonrisa, junto antes de girarse para darme la espalda.

Oculté cuanto pude el odio que creció como un monstruo dentro de mí cuando me contaron la verdad o por lo menos parte de ella, pues sabía que me ocultaban algo de la muerte de Alfred. Estaba segura que Alfred no se había suicidado como nos habían hecho creer y no me cabía duda que mi tío estaba involucrado.

Secretamente elaboré un plan para matar a mi tío, el que me había convertido en la aberración que era, un vampiro y me había arrebatado la oportunidad de ser feliz. ”

Vía se sorprendió al ver cierta similitud en la historia que leía con su propia historia y continuó leyendo con un poco más de interés.

“Le hice creer que confiaba en él y lo seguí donde fuera que él fuera, fui su sombra y su aprendiz, siempre con el amargo recuerdo de mi quebrada felicidad quemándome por dentro. Entonces vi la oportunidad que tanto había esperado y lo maté tomando su sangre tal cual él lo había hecho conmigo una vez, pero el sabor de su sangre era lo más exquisito que jamás hubiera probado y sentí correr por mis venas una renovada fuerza y por primera vez desde el momento en que había despertado aquella noche luego de mi conversión, la sed había desaparecido.

Aquella extraordinaria noche vi el verdadero poder que lleva consigo la sangre, y salí en busca de más. Casi no permitía que la sed volviera, siempre encontraba a algún estúpido vampiro del que pudiera aprovecharme para obtener lo que a esas alturas consideraba lo único digno de ser consumido por mí.

Lo que no sabía, era que con eso obtenía mucho poder, pero también me alejaba cada vez más de la humanidad, y la bestia que coexiste con todo vampiro se apoderaba de mí cada vez con más fuerza hasta que mi conciencia fue opacada por la esencia del mal que vivía en mi interior. Comencé a vivir en las tinieblas, tomando cada noche todo lo que quería, pero cada vez con mayor fiereza. Entonces apareciste tú, como una luz en medio de mi oscuridad.

Sé por cosas que me contaste hace algunos años que me encontraste mal herida y muriéndome después de una terrible pelea que tuve con un vampiro poderoso. Me sacaste de allí y me tuviste encerrada incapaz de moverme por mucho tiempo. Me alimentaste con sangre humana nuevamente y recuerdo claramente como su sabor me producía arcadas, pero la sed era mayor y la tomaba con agradecimiento. Finalmente me liberaste, recuerdo que te pregunté por qué me ayudaste y tu única respuesta fue el indicarme un espejo que estaba a nuestro lado del que no había sido conciente hasta entonces. La figura que vi reflejada en él era muy diferente a la muchacha que recordaba. Tenía mi largo cabello rojo enmarañado y revuelto, mi ojos estaban desencajados horriblemente abiertos y alrededor de ellos la piel estaba oscurecida. Sólo entonces comprendí que me habías rescatado de lo peor en lo que podía caer cualquier ser y estuve contigo desde entonces.

Es probable que todo esto lo hayas sabido o por lo menos intuido, pero lo que nunca te dije es que entre los miles de vampiros que asesiné, había uno cuyo poder superaba los límites de la naturaleza. Cuando bebí su sangre hasta matarlo, por un momento fui conciente de un antiquísimo poder, casi tan antiguo como la tierra misma, un poder que surgía de una aberración de lo que llamamos poder de dios, pero según mi epifanía, eso estaba muy lejano a ser el dios que como humanos concebimos. Fuera lo que fuera, ahora eso estaba en mí y no había nada que pudiera hacer, entonces mi conciencia volvió a nublarse y la bestia continuó ocupando mi cuerpo.

Nunca había querido hablar de eso porque como ya te dije, era demasiado doloroso, era demasiada carga y odiaba recordar en lo que me había convertido, pero ahora que ellos vienen a buscarme, sé que es importante que este poder no caiga en malas manos, sea cual sea, pues aunque lo siento correr en mis venas, jamás me atreví a usarlo, ni aún cuando me ayudaste a volver de mi locura, pues presiento que es demasiado peligroso. Deseo que seas tú quien lo posea, que seas tú quien tome mi sangre y me permita descansar…”

Vía dejó caer el papel sin terminar la lectura, ¿era eso lo que intentaba decirle su maestro, que su sangre contenía algo que era demasiado poderoso, demasiado incluso para aquella mujer que poseía el poder de probablemente cientos de vampiros?. Volvió a levantar la vista hacia el cadáver inmóvil, seco y rígido de Joseph. Tuvo la horrible impresión de que sonreía, que su sonrisa maquiavélica intentaba burlarse de ella, que intentaba decirle que incluso después de muerto podía seguir engañándola y burlarse de ella.

Su temor se volvió desesperación y esa desesperación dio paso al terror, y se quedó inmóvil, mirando el cadáver, como si esperara que en cualquier momento se levantara para reírse a carcajadas de la broma.

Había caído en un estado casi catatónico, en aquellos que ella caía cuando cosas horribles le ocurrían y fue inconsciente del tiempo que transcurrió entonces. Sólo se había tardado en leer aquella carta unos cuantos segundos y ahora estaba desperdiciando su precioso tiempo de escape en ese ridículo estado. Pronto estarían allí y la descubrirían, pero le era imposible escapar de la pesadilla en la que había caído.

Fue entonces que algo se quebró en su mente dando paso a alguien que era más fuerte, alguien que podía tomar el control cuando el sufrimiento le impedía pensar, alguien más frío, más calculador, que escasamente podía sentir algún remordimiento.

Ese alguien cuyos ojos no reflejaban sentimiento alguno-

Escuchó los pasos en el exterior de la habitación, no dudó en tomar la carta y moviéndose lo más rápido que sus pasos se lo permitieron tomó las cosas que necesitaba y abrió la ventana. Sintió el viento zumbarle en los oídos. Cuando se abrió la puerta entró un humano pues pudo escuchar sus latidos furiosos al ver el cadáver de su maestro, escuchó el grito que se apagaba mientras avanzaba rápidamente por los tejados de las casas vecinas.

Estaba en problemas, la habían descubierto y no faltaría mucho antes de que una horda de vampiros enfurecidos la siguiera para tomar su sangre. Bajó de los tejados conciente que allí era demasiado visible desde la altura. Y comenzó a correr por las calles húmedas.

Poco a poco una Vía menos calculadora comenzó a volver, como si hubiera estado durmiendo en alguna parte. “Corre” le dijo una voz secreta en su mente, “nos siguen, no deben atraparnos” enfatizaba sin expresión aquella voz. Entonces se dio cuenta de que debía correr pues había matado a su maestro y ahora la estaban persiguiendo por haber roto las reglas.

Y como si hubieran acelerado la frecuencia de las imágenes que la rodeaban, vio el tarro de basura, se vio metiéndose en ese tarro sucio y maloliente, vio correr a sus perseguidores por la calle y luego a Elizabeth acercándose a su escondite. Un escalofrío de miedo recorrió su espalda.

En ese escaso espacio de tiempo en el que uno no sabe si esta dormido o despierto, Vía abrió los ojos con más esfuerzo que de costumbre, había tenido un sueño de algo que había ocurrido en verdad, de eso estaba segura, pero a cada instante el sueño parecía más borroso, como si algo en su interior no quisiera que recordara. Miró a su alrededor confundida, las paredes de piedra no le eran familiares, estaba sentada en la misma posición en la que se había quedado dormida la mañana anterior. Un lobo completamente negro estaba acurrucado al lado de sus piernas respirando con fuerza. La cruel verdad de la realidad le cayó encima y terminó por olvidar por completo aquel sueño. Estaba en la guarida de una manada de hombres lobo que se habían estado peleando la noche anterior por matarla. Cómo podía haberse dormido en esa situación y por qué aún estaba “viva”, dentro de lo que se pudiera considerar como vida para un vampiro, le era un misterio muy grande. Mientras se ponía de pie lentamente para no despertar al lobo que tenía a su lado, comenzó a pensar que tal vez la tenían allí para sobornarla o usarla para algo, o quizas para algún experimento o para intentar hacer algún trueque con algún lobo cautivo o algo por el estilo.

Cuando ya había logrado atravesar casi la mitad de la habitación sin despertar al lobo negro, un lobo gris, el mismo que había visto la noche anterior y que había detenido la pelea, estaba justo frente a ella mirándola con sus ojos celestes y antiguos.

  • *No eres más que una niña – Vía se sobresaltó al escuchar al animal hablarle – sin embargo, sigues siendo un despreciable vampiro – la voz parecía pertenecerle a una anciana, pero esa voz quebrada por los años estaba llena de odio – Mi querida Akinmanaia tendrá que dejarnos por tu culpa, pues ella te ha elegido por sobre su manada. Si fuera por mí te destrozaría aquí mismo, pero los espíritus están con la decisión de Akin, así que no haré nada para impedir esta locura. No conozco el destino que les depare, pero deberás cuidar de ella o yo misma te seguiré hasta donde sea necesario para matarte.

Vía que no entendía qué ocurría, no se atrevió a abrir la boca y simplemente miraba con los ojos inhumanamente abiertos, temblando de pies a cabeza, a ese animal que le hablaba.

  • *Ella posee el don de comunicarse con los humanos, pero aún no sabe el idioma – dijo la loba acercándose a donde estaba el lobo negro que había despertado cuando la loba gris había empezado a hablar – por lo que tendrás que enseñarle. Akin, que tu elección te lleve por el camino del bien – dijo en el idioma de los hombres lobo, por lo que Vía sólo escuchó gruñidos – y nunca olvides a tu manada.
  • *No lo haré, gran anciana – dijo Akinmanaia con todo respeto.
  • *Que los espíritus te acompañen.

Y Akin se puso al lado de Vía, que la miró con terror.

  • *Puedes irte – le dijo a Vía la anciana loba – y recuerda que estaré pendiente de tus pasos, vampiro.

Cuando salieron de la guarida, el sol se había puesto hacía sólo unos minutos y aún estaba claro incluso en esa parte del bosque. El lugar de inconmensurable belleza no logró llamar la atención de Vía que estaba más preocupada de la enorme bestia que podía en cualquier momento descuartizarla sin esfuerzo, que del camino.

¿Qué harían con ella?, ¿qué querían de ella?, ¿por qué aún no la mataba?, de pronto unas palabras resonaron en su mente “Mi querida Akinmanaia tendrá que dejarnos por tu culpa, pues ella te ha elegido por sobre su manada”, ¿ella te ha elegido por sobre su manada?, ¿tendría ella que saber qué significaba eso o había algo más, algo que tuviera más significado para esas bestias?

Continuó dándole vueltas al asunto sin llegar a ninguna conclusión, de lo único que estaba segura, era que no quería estar allí con esa cosa siguiéndola. Debía escapar o deshacerse del lobo, pero cómo.

Miró de reojo al animal que se camuflaba con el entorno ya oscurecido, pues ya llevaban casi horas caminando. Sus ojos grandes eran lo único que habría visto de no tener las habilidades de vampiro que le permitían ver mejor en la oscuridad que a un humano.

Se sentó en una roca y sintió cómo la depresión se apoderaba de ella. Sabía que era inútil deprimirse, pero no lo podía evitar, se tapó la cara con las manos y estuvo un buen rato tratando de evitar ponerse a llorar, no quería estar en una situación aún más desventajosa, aunque sabía que era imposible que pudiera escapar si el lobo se decidía a atacarla. Intentó barajar algunas posibilidades, acudiendo a su, no muy desarrollado, sentido común, para escapar de la criatura. Por la fuerza estaba más que descartado, tal vez debería tratar de engañarla, no podía usar su poder de persuasión porque no funcionaba con aquellos que no entendieran el idioma y eso incluía a ese lobo que se comunicaba con los suyos con gruñidos. Por un instante se imaginó a sí misma gruñendo intentando comunicarse con la bestia, por supuesto era una estupidez, pero a esas alturas su locura natural estaba empezando a aflorar con fuerza.

Continuó elucubrando ideas sin sentido, como tirarle una vara para que la fuera a buscar, o mirarlo a los ojos hasta que se sintiera intimidado, incluso pensó en ofrecerle dinero, dinero que no tenía. Hasta que el milagro ocurrió, la bestia gruñó y se fue. No lo pensó dos veces y se puso a correr lo más rápido que le daban sus piernas en la dirección opuesta a la que había tomado el lobo.

Pronto llegó a la ciudad nuevamente, estaba conciente que allí la estaban siguiendo vampiros, pero se sintió segura y respiró hondo aunque no le era necesario. Pensó que tal vez sería lo mejor llegar a los buses interurbanos y largarse a otro lado, donde fuera, pero lejos de allí.

Mientras caminaba por la calles atestadas de gente a esa hora, notó que la gente la miraba, cosa que no ocurría con frecuencia, entonces se dio cuenta que aún estaba sucia y olía a yogurt descompuesto. Tenía que conseguir ropa si no quería seguir llamando la atención, pero no podía ir a su casa. Entró a una tienda de ropa, fue la primera que pilló, buscó un pantalón y una blusa. Fue con la ropa donde el vendedor, “quítales la alarma” dijo usando sus poderes y el sujeto sin inmutarse tomó la ropa y le quitó los broches que activaban la alarma, “ve a arreglar esa ropa” le dijo luego apuntando un montón de ropa que estaba acumulada sin arreglar en un rincón, supuso que eso le daría el tiempo suficiente para irse sin que él despertara del transe en el que caen los humanos cuando se les da una orden con su poder, lo único de que era capaz todavía. Fue a los probadores y se cambió la ropa, iba saliendo cuando recordó que no podía dejar la ropa ensangrentada en ese lugar y la tomó pensando que luego la botaría en algún basurero, entonces cayeron algunas monedas al suelo, “mejor reviso que no se me quede nada en los bolsillos” pensó y hurgeteó en los bolsillos de su camisa y su falda, entonces encontró un papel que no recordaba, parecía una carta, pero no tenía tiempo para ponerse a leer en aquel lugar, así que la guardó en sus nuevos pantalones junto al resto de monedas y llaves y salió de la tienda.

Al salir volvió a encaminarse a la estación, esperaba poder usar sus poderes para poder obtener algo de dinero y movilizarse.

Estaba tan ensimismada planeando lo que haría de ahí en adelante mientras caminaba, que no se percató que la estaban siguiendo. Cuando iba por una calle poco transitada sintió que alguien le tomaba el brazo con fuerza y la amenazaba con una pistola. “Muévete” le dijo y reconoció de inmediato la voz de un vampiro que conocía, uno de los que la habían estado siguiendo el día anterior. Era un sujeto bastante alto moreno y de unos brazos descomunalmente fuertes, vestía unos vaqueros muy simples y una camisa roja.

La arrastró hasta una calle desolada y sin decir ni media palabra la tomó de la cintura con la mano que tenía el arma y de la parte posterior del cuello con la otra mano, sin esfuerzo alguno la subió hasta su altura y movió la cabeza para dejar libre el cuello. Vía forcejeó con todas sus fuerza, uso su poder “déjame ir” le ordenó, pero era inútil su fuerza física era probablemente varias veces inferior y era muy difícil usar ese poder contra otro vampiro. La iba a matar, así como así, sin más preámbulo, sin explicaciones, ni las típicas palabras del villano para darle emoción al asunto, simplemente la mordió. Vía sintió como perdía su preciosa sangre y con ella su vida. Todo había sido tan rápido que no había tenido tiempo si quiera de pensar las cosas con claridad.

Entonces se le ocurrió, cómo no había pensado en eso antes, era tan obvio, si siendo humana funcionaba, por qué siendo vampiro no iba a funcionar, “¡auxilio!” gritó con toda la fuerza que pudo, “¡fuego!”, eso fue suficiente y comenzaron a escucharse ventanas que se abrían por todas partes, puertas de las que salía gente desesperada por ver que sus propias casa no se estuvieran quemando. En un abrir y cerrar de ojos la calle antes convenientemente desierta estaba llena de gente preocupada mirando en todas direcciones.

El vampiro tuvo que dejar de beber la sangre, era demasiado peligroso hacerlo frente a tantos humanos, cerró a medias la herida que había dejado en el cuello, con una sustancia especial en su saliva, por lo que Vía continuó sangrando un poco. Con su enorme cuerpo tapó completamente a la niña de la vista de los humanos que se habrían aterrado de verla con su ropa cubierta de sangre.

  • *Si vuelves a gritar te dispararé.

Ya le habían disparado en otras ocaciones y no le pareció gracioso tener que enfrentarse a eso nuevamente.

El sujeto la arrastró fuera de la calle atestada de gente que comenzaba a retirarse al creer que todo había sido una broma de mal gusto.

Tenía que pensar en algo que la librara y pronto. Con la mano cubrió la herida y miró en todas direcciones intentando encontrar algo que la salvara, pero estaba débil por la pérdida de sangre y no quería enfrentarse a las balas nuevamente, aunque tal vez esa era la solución pues no había visto que el arma tuviera silenciador y si disparaba la gente probablemente volvería a salir sobre todo si ella gritaba. No le agradó su plan, pero era lo único que se le ocurrió. Entonces se relajó para que el sujeto pensara que se había resignado y resultó, él dejó de poner tanta fuerza para agarrarla del brazo. Caminaron un par de pasos y Vía puso un pie en la pared y usando la propia fuerza del vampiro se subió por la pared y se dio una vuelta en el aire, eso generó un torque en la muñeca del sujeto y logró soltarse con más facilidad de lo que esperaba por lo que calló al suelo con cara de sorpresa. Sin pensarlo mucho giró de donde estaba y abalanzándose tan rápido que casi se cae, comenzó a correr. No vio lo que el sujeto hizo, tampoco se preocupó de mirar hacia atrás y verificar qué hacía, sólo corrió, tratando de alejarse lo más rápido que pudo. Estaba esperando el momento del disparo con los músculos de la espalda tensos, como si eso fuera a impedir que la bala hiciera más daño, pero el disparo no ocurrió.

Corría desesperadamente cuando de un golpe la tiraron contra la pared, sintió cómo la agarraban de la ropa y entraban a un edificio antiguo y de aspecto descuidado. La única luz que iluminaba el pasillo de color rojo cubierto de moho y manchas de distintas índoles, parpadeaba con algún tipo de ritmo macabro, haciendo que las imágenes se volvieran difusas y más tenebrosas de lo que ya eran por sí solas. Allí el sujeto le tapó la boca con su enorme mano para evitar que gritara y volvió a morderla mientras Vía se retorcía de dolor tratando de escapar.

Entonces, cuando ya había perdido la esperanza y sentía cómo lo que le quedaba de sangre dejaba su cuerpo, ocurrió el segundo milagro. Sintió que algo húmedo y helado le salpicaba la cara. Por el sabor supo que era sangre, aunque no entendió qué hacía su sangre allí, entonces abrió los ojos que había cerrado cuando se había dado por vencida y vio a la bestia que la noche anterior la había secuestrado y estaba mordiendo la cabeza del vampiro. Escuchó crujir los huesos del cráneo al ceder ante la fuerza de la mordedura hasta que las mandíbulas se cerraron por completo. El vampiro la sontó y su cuerpo cayó pesadamente.

Y allí estaba la horrorosa criatura de las pesadillas de todo vampiro, mirándola con sus ojos inyectados en algo que parecía odio. Nuevamente se le acercó a la niña, que aún estaba de pie junto a la pared con el rostro desfigurado por el terror y un hambre desgarrador que había dejado la pérdida de sangre. La enorme criatura gruñó y se alejó un metro y se transformó en el lobo negro que había dejado en el bosque.

Estaba en una situación extraña, el hambre le comía las entrañas, pues el vampiro la había dejado casi seca, el olor de la sangre y el cadáver la invitaban a alimentarse, sin embargo no se atrevía a moverse, no con ese hombre lobo tan cerca.

El lobo volvió a acercarse haciendo que Vía comenzara a temblar de pies a cabeza, el hambre, el terror, el olor, su temblor involuntario, todo giraba en su cabeza. Sintió su respiración agitada tal cual habría sido si hubiera estado viva. De pronto un atisbo de lógica cruzó su mente, por qué ahora temblaba y cuando le estaban consumiendo su vitae no estaba tan asustada si había estado tan cerca de la muerte como en ese momento. Instantáneamente dejó de jadear y miró nuevamente con tranquilidad al lobo completamente negro que le devolvió la mirada con sus ojos igualmente negros. Por algún motivo ya no temblaba compulsivamente, ni jadeaba, ni siquiera estaba realmente asustada, era como si hubiera preferido dejar el terror para cuando esa criatura decidiera atacarla finalmente.

Esperó tranquila el momento, pero como antes, la criatura sólo se sentó como si esperara algo con sus ojos intensamente fijos en ella. Era tan increíble esa situación que por un instante creyó estar soñando, pestañó un par de veces y recordó las mordeduras tan dolorosamente reales que era imposible que fuera un sueño.

Entonces una idea descabellada le cruzó la mente, ese hombre lobo la había rescatado… la estaba… protegiendo. Era una idea tan loca incluso para ella, que intentó desecharla, pero se le quedó dando vuelta. Sería eso posible, sería posible que esa bestia estuviera protegiéndola, pero por qué, ella no recordaba haber hecho algo por algún hombre lobo, ni por ser viviente alguno, ni antes ni después de convertirse en vampiro. Tal vez quería algo o necesitaba algo, pero no tenía cómo preguntárselo.

Las palabras del lobo que le había hablado hacía algunas hora sonó en su mente nuevamente, “ella te ha elegido por sobre su manada”, ¿realmente esa cosa podría haberla estado protegiendo?, ¿realmente era eso posible? Entonces haciendo a un lado todos sus prejuicios y miedos, ya que no tenía nada que perder, pues ya había apostado su vida, estiró la mano hacia el lobo, como lo habría hecho con un perro para que reconociera su olor. Para su sorpresa en lugar de arrancarle el brazo, el lobo se acercó y volvió a sentarse a su lado. “Que conveniente”, se dijo a sí misma, sus ojos mostraron la mezcla de sentimientos, cuántas oportunidades, cuántas opciones con un guarda-espalda de esa naturaleza, qué vampiro se atrevería acercársele, sólo tendría que enseñarle a hablar como le había dicho la loba añosa para poder usar a la mejor arma que ha tenido jamás ningún vampiro. Sus ojos se iluminaron aún más con la idea de poder apoderarse de la ciudad entera, vengarse de toda esa tropa de idiotas que la habían estado siguiendo para matarla. Si ya tenía a un hombre lobo, por qué no tener unos cuantos, un ejército de ellos, le pareció ambicioso, pero no irreal.

“Que extraño, hacía sólo unos segundo atrás me despedía de este mundo y ahora quiero conquistarlo”, pensó mientras miraba con el ceño fruncido a la criatura, fuente de toda su repentina ambición.

Se preguntó si sería seguro alimentarse frente a él, después de todo no tenía la más mínima idea de qué pretendía o quería ese lobo, pero pensó que tarde o temprano tendría que alimentarse y si esa cosa la mataba por eso, prefería que lo hiciera en ese momento y no después cuando ya hubiera hecho planes.

Lentamente y sin quitarle los ojos de encima al lobo se acercó al cadáver del vampiro, lo rodeó para quedar siempre de frente a la criatura y se agachó para tomar el cuerpo mutilado del vampiro. Aún mirando al animal acercó la boca al cuello y lo mordió. Por un instante notó que el animal se estremecía como si hubiera estado intranquilo, y hubiera querido dejar de beber, pero ya no podía, el hambre se había apoderado de su cuerpo y no podía dejar de extraer el delicioso líquido vital.

Para cuando hubo saciado su hambre en parte, pues el sujeto había perdido mucha sangre y no fue suficiente para Vía lo que quedaba en ese cuerpo, el lobo estaba de pie cerca de la puerta con una expresión indescifrable para ella. Por un momento volvió a tener miedo, pero como hacía algunos momentos atrás volvió a la tranquila sensación de ambición y se acercó al lobo con cuidado. Cuando estuvo a su lado se agachó y tocó su pelaje perfectamente oscuro y brillante. Si la bestia la iba a matar, ese era el momento y lo esperó nuevamente sin miedo, pero pasó la mano por la cabeza y por el cuello y la bestia no se movió, sólo se quedó allí mirándola con los ojos muy abiertos. Pasó la mano por detrás de la oreja y le rascó suavemente.

Había tanto que hacer con un secuaz de esa naturaleza, pero antes que todo, debía deshacerse de las evidencias, no podía andar dejando cadáveres por ahí votados aunque pensara que ya no estaba bajo las leyes de los vampiros. Buscó un departamento vacío, no fue difícil pues sólo bastó con tocar los timbres del citófono y esperar a que en alguno no contestaran. Entró y dejó el cadáver allí y cerró la puerta. Convenientemente los cuerpos de los vampiros se deterioran muy rápido luego de muertos, y en unos cuantos días ya sería sólo polvo. Tal vez las manchas de sangre hubieran sido un inconveniente, pero el lugar estaba tan sucio que las manchas de sangre se perdían entre tanta mugre, sin mencionar que las paredes y lo que una vez fue una alfombra elegante cubriendo el piso eran de color rojo. Decidió que se arriesgaría a dejarlo como estaba.

Lobo Negro

Lobo Negro

“Un espécimen fabuloso”, pensó el cazador, al mirar a un lobo gris que yacía en el suelo junto a su cría, “pero aún falta el mejor”.

Recogió una escopeta que estaba en el suelo y al ponerse de pie, tuvo una sensación extraña que lo hizo girarse. A unos metros de distancia estaban un par de ojos inyectados en sangre rugiendo por venganza, un enorme hombre lobo negro de más de dos metros y medio de alto, dispuesto a saltar.

La enorme bestia tomó impulso y saltó en dirección del cazador, que lo vio sacar sus poderosas garras mientras aún estaba en el aire. Al caer, la criatura dio un terrible garrazo que pudo haber partido un árbol, pero no dio en el blanco pues el cazador se movió tan rápido que casi desapareció de la visión de la criatura. La bestia volvió a tomar impulso y se abalanzó contra el sujeto que apareció casi al instante a un par de metros de donde estaba inicialmente, haciéndole pasar de largo y perder el equilibrio. Cuando la bestia se logró girar luego de recuperarse, recibió un escopetazo que le hizo trastabillar, pero no la detuvo, y volvió a intentar el ataque, pero esta vez al saltar, lo hizo por encima de donde debería haber estado el sujeto, que volvió a moverse a esa velocidad impresionante, luego con una destreza increíble para una criatura de esa envergadura, llegó a la pared del lado opuesto y la usó para volver a impulsarse.

El cazador que no se esperaba un ataque tan elaborado de parte de esa bestia, alcanzó a bloquear con el arma el primer garrazo, pero el segundo le dio en el muslo, haciéndolo caer al suelo de dolor.

La bestia levantó sus garras, se disponía a desgarrarle el cuello al asesino, cuando el cazador activó una pequeña arma trampa que llevaba entre sus ropas y cientos de pequeñas esquirlas plateadas, surcaron el espacio entre cazador y su presa. La bestia gritó de dolor y retrocedió. No tenía alternativa, debía escapar, pues pronto tales heridas le podrían producir la muerte y el dolor era insoportable, tendría que dejar su venganza para otra ocasión.

Mientras la bestia se retiraba penosamente, el cazador intentó ponerse de pie, pero la herida en su pierna era profunda y le costó moverse, sin embargo no dejaría escapar su trofeo, el magnífico lobo negro.

La bestia sentía cómo la sangre caliente se le derrama por el pelaje a medida que caminaba, pues algunas de las esquirlas eran de plata y no podía regenerarse. Intentó quitárselas, pero algunas de ellas estaban profundamente incrustadas en la carne y al moverse le generaban un enorme dolor. Escuchó que el cazador, venía detrás, y sabía que lo mejor era correr simplemente por el suelo, pero no sabía cuanto más podría durar, por lo que decidió subir a un árbol, ya que le proporcionarían un seguridad momentánea. Como todo estaba mojado y resbaladizo, pues durante el día había estado lloviendo y con esas heridas le costó mucho subirse sin hacer ruido.

Pero aunque había estado lloviendo dos días seguidos, la noche estaba casi completamente despejada y una pálida luna creciente iluminaba el bosque de la madrugada. De pronto, un olor familiar le llegó de entre los árboles y la criatura escuchó los pasos de alguien más en el bosque.

Ante su sorpresa, de entre los árboles vio aparecer un cachorro humano, levemente iluminada por la luna, se veía pálida y angelical, y la extraña visión le trajo un vago recuerdo de su hermano, de quien no tenía noticias hacía mucho tiempo, más del que pudiera suportar. La niña parecía estar buscando algo pues miraba en todas direcciones, “la criatura perdió el rumbo de su casa pues parece tener frío”, pensó.

Inesperadamente, el cazador apareció sin hacer ruido, o tal vez no había estado prestando la atención suficiente. El cazador se acercó a la niña y dijo algo, creyó que él le iba a hacer daño y pensó en bajar a enfrentar al cazador, sin embargo antes de que pudiera moverse, la pequeña dijo algo y el cazador pareció darse cuenta de un poder mágico de la pequeña e intentó huir, pero la niña volvió a hablar y el cazador cayó muerto. La pequeña cachorro de humano, había derrotado al poderoso cazador. Definitivamente debía ser una especie de ángel que había venido a rescatar a su gente.

Sus heridas eran graves y debía regresar con su manada, ahora el cazador estaba muerto y podría regresar sin miedo de mostrar su escondite. Bajó de un salto del árbol, pero al hacerlo una de las esquirlas se le incrustó más en la carne, lo que hizo que la bestia volviera a gritar de dolor. No era su intención asustar a su ángel, que cayó al suelo evidentemente atemorizada. Intentó explicarle, pero aún no sabía hablar humano, así que decidió llevarla consigo, tal vez el resto podría hablar con ella, explicarle y darle las gracias. Parecía tan frágil, que decidió llevarla con cuidado para no dañarla y poder llegar pronto al refugio.

Cada paso era una verdadera tortura, el dolor de las esquirlas aún incrustadas en uno de sus muslos y una entre las costillas, era de las cosas más terribles por las que había pasado, casi tanto como haber perdido a su padre y no poder ver a su hermano. Por suerte ya no quedaba mucho para llegar al refugio, allí alguien podría extraer las agujas.

El delicioso aroma a plantas y humedad le llegó a su nariz con la brisa, indicándole que sólo faltaban unos pasos más, y de pronto allí estaba, nuevamente frente a ella, el lugar más glorioso en el que cualquier ser vivo podría desear estar. Oculto entre las rocas del cerro y protegido por los añosos árboles del bosque, caía serena y vibrante de vida la cascada de los ancestros, según la abuela el ejemplo perfecto del poder de la gran madre.

Entró en el refugio cuya entrada estaba tan cubierta de plantas que era muy difícil, si es que no imposible notar que allí había una entrada si no se sabía que existía. El sonido de la eterna caída de agua continuaba escuchándose, pero su sonido estaba amortiguado por las paredes de roca. El lugar estaba levemente iluminado, aunque la fuente de aquella luz no estaba a la vista, aún así las criaturas que allí habitaban no necesitaban demasiada iluminación pues sus ojos estaban adaptados muy bien a los ambientes oscuros.

La enorme bestia dejó con cuidado a su pequeña ángel en el suelo, que aún parecía asustada, pronto arreglaría ese mal entendido, pensó.

  • *¿Qué has hecho Akin? – le increpó con odio uno de sus compañeros de manada que estaba en su forma humana.
  • *¿Qué he hecho de qué? – preguntó con inocencia y alerta.
  • *¡Trajiste a un vampiro a nuestro hogar sagrado!, ¡a esa criatura maldecida!
  • *¡¿Qué?!, ella no es un vampiro… - se detuvo pues no sabía siquiera qué era un vampiro.
  • *Por supuesto que es un vampiro, no sientes su olor repugnante a muerte y sangre.
  • *Pero ella me salvó del cazador, no puede ser mala – su voz sonó a disculpa, aunque no se sentía culpable.

Su compañero había abierto la boca para continuar con su sermón, cuando de pronto uno de sus hermanos de la manada, Neom, también sintió el olor del vampiro y decidió matarlo.

  • *Sucia criatura asesina, cómo te has atrevido a entrar aquí – y se abalanzó para morder a la vampira, que estaba inmóvil en una esquina.

No alcanzó a llegar a la mitad de camino y sintió un dolor terrible en el tórax. Por un momento pensó que el vampiro la había dañado con algo mágico, pero pronto se dio cuenta que era uno de sus propios compañeros quien la estaba atacando, de hecho era Akinmanaia, una de las lobas recién llegadas, que a pesar de su corta edad ya había obtenido la última transformación, la odiaba por eso, pues ella tenía casi dos años más, entrenando y peleando junto a su manada y aún no obtenía la última transformación. Sin embargo, el poseía un arma secreta y se la haría sentir con toda su fuerza por tener la osadía de impedirle la satisfacción de destruir al vampiro que estaba profanando su hogar.

Adoptó la transformación más poderosa a la que había llegado, de mucha menor envergadura, pero que le permitía moverse mejor y más rápido. Concentró parte de su energía en sus manos y su uñas se volvieron duras como el acero, y logró, con satisfacción, enterrar sus afiladas garras como cuchillos en el brazo de Akin.

El ruido, el olor del vampiro y de la sangre que se derramaba en la pelea atrajeron a varios lobos más que se encontraban en las cercanías del escondite.

Uno de ellos vio lo que estaban ocurriendo e intentó detener a Akinmanaia.

  • *Suéltalo – gritó mientras saltaba a morderle una pata, pero sorpresivamente recibió una patada que lo mandó contra la pared.

Se transformó y la rabia le hizo moverse a una velocidad impresionante incluso para un hombre lobo y mordió a Akin en el cuello.

Estaban todos tan enzarzados en la pelea o viéndola, que no se percataron que había llegado la gran anciana.

  • *Paren la pelea – fue todo lo que tuvo que decir, y todos obedecieron automáticamente.

Akin sintió cómo los colmillos que aprisionaban su cuello ahogándola la soltaban y a su vez ella soltaba a su presa. Sólo entonces notó el terrible cansancio de su cuerpo desangrado y del dolor que le estaban generando las esquirlas en el muslo. Hubiera querido sentarse y relajarse, pero tuvo la impresión que si lo hacía el dolor sería peor, por lo que se mantuvo de pie frente a la gran anciana, que la miraba con desaprobación, por lo que agachó la cabeza con vergüenza.

Por su lado, Neom al sentir que la torpe de Akinmanaia lo liberaba, se puso de pie ayudándose de las paredes para sentarse. Al ver que ella estaba de pie a pesar de las heridas, no quiso ser menos y con esfuerzo se puso de pie también para escuchar a la gran anciana. Esperaba que por lo menos la echaran del santuario por evitar que matara al vampiro que había mancillado ese lugar sagrado.

  • *¿Qué ocurre, por qué pelean entre hermanos y por qué esta ese vampiro aquí? – la anciana loba habló lento. Su voz temblorosa parecía más triste que enojada, pero su mirada mostraba una enorme ira contra la pequeña niña que le devolvía la mirada con sus ojos oscuros y llenos de miedo.
  • *Anciana – habló el hombre con el que había estado hablando Akin – ha habido un mal entendido aquí, y creo que debieras hablar con Akinmanaia – continuó prudentemente pues no quería generar más conflictos en la manada exponiendo a la joven e inexperta loba al escrutinio y acusaciones del resto.
  • *Yo sólo sé, que Akinmanaia - Neom no tuvo problema en demostrar todo su desprecio al mencionar el nombre de Akin – me atacó cuando yo pretendía matar a esta criatura maldita, anciana, ella debe ser castigada…
  • *Esperen, esperen – la anciana llamó a la calma cuando todo el lugar se llenó de gruñidos – primero, hay que matar al vampiro para limpiar nues…
  • *¡No! - gritó Akin por sobre la voz de la anciana y se interpuso entre la niña, que aparentemente se había desmallado, y la anciana.

Todos la miraron con horror, cómo pasaba a llevar así la autoridad de la gran anciana, era inconcebible, intolerable.

  • *Anciana, por favor habla en privado con Akin – intentó evitar el conflicto una vez más, el hombre.
  • *Queremos saber qué ocurre aquí – dijo otro de los lobos que había estado de espectador.

La anciana cerró los ojos un momento, el respetuoso silencio fue absoluto. Cuando volvió a abrirlos, dio la impresión de estar más cansada y volvió a hablar con su voz temblorosa.

  • *Si esto atañe a la manada o es algo que pudiera ponerla en peligro… – hizo una pausa para meditar sus palabras – entonces la manada será informada. Por el momento, hablaré con los involucrados en el desorden, uno por uno y a solas.
  • *¿Pero cómo no nos va afectar el que este un ser maldecido esté en nuestro hogar? – dijo el que había pedido saber qué ocurría.
  • *No se hable más del asunto, y vuelvan a sus actividades – la anciana subió el volumen de su voz. Nadie más se atrevió a contradecirla.

Cuando todos se hubieron marchado, excepto aquellos que habían estado peleando, pidió hablar primero con Akinmanaia, haciendo caso omiso de los reclamos de Neom que quería hablar primero.

La anciana quería ir un lugar más privado para conversar, pero Akin se negó pues no quería dejar a la niña sola, la podrían querer matar mientras no estuviera, argumentó e hizo salir a los demás.

  • *Está bien – dijo finalmente la anciana con voz cansada, viendo que Akin no pensaba moverse de allí – Entonces mi querida – su voz se había dulcificado a extremo – dime que pasó, por qué peleaban y por qué defendiste al vampiro. Siéntate a mi lado – dijo poniendo una de sus patas a un lado como indicándole un lugar para sentarse en el suelo.

La anciana estaba conciente que ella era casi un cachorro y por haber vivido tanto tiempo alejada de una manada aún le era difícil comportarse en una, por lo que debía tener paciencia.

  • *Gran anciana – la voz de Akin se quebró – me duele.
  • *¡¿Qué ocurrió querida?! – preguntó alarmada.
  • *No puedo quitarlas – dijo con un hilo de voz, casi como un niño pequeño cuando se raspa las rodillas – las agujas me queman – movió su pelaje negro para dejar ver la herida que aún sangraba.
  • *¡Ah! – ahogó un grito, cómo era posible que aún estuviera de pie si tenía una esquirla de plata incrustada en la carne, pensó con horror. El dolor debió hacerla desmayarse apenas la plata rompió su piel – pero niña, por qué no lo dijiste antes… – dijo con apremio, mientras iba a la otra habitación por una pinza.

La anciana llamó al humano para que la asistiera con la extracción de las esquirlas. La anciana adoptó su forma humana para poder usar sus manos y ayudaron a Akin a recostarse en una plataforma de piedra, que bien podría haber servido de cama, que estaba en un rincón de la misma habitación.

  • *Ay pequeña, esto va a doler – dijo con tono maternal, arrugando la frente en señal de dolor haciendo que las arrugas de su cara se profundizaran.
  • *Trata de no moverte – dijo el humano – toma, muerde esto – y le pasó una rama de árbol envuelta en un género.
  • *¿Para qué? – preguntó mirando la rama con curiosidad. Pero como no obtuvo respuesta se lo puso entre los dientes.
  • *Anciana, no sería mejor que se transformara, para poder tener mejor visual.
  • *¡No!, las esquirlas están en los músculos, si lo hace podrían llegar a algún órgano y entonces moriría.

Limpiaron la herida del tórax que era la más peligrosa y procedieron.

Si cuando las esquirlas se incrustaron en su cuerpo sintió dolor, eso no era nada en comparación a lo que sentía ahora. Cada vez que la anciana tocaba la herida era algo insoportable. El dolor parecía extenderse por todo su cuerpo apoderándose de sus reflejos haciéndola moverse compulsivamente. Se agarró de la plataforma de piedra en la que estaba recostada para no golpear a la anciana con uno de esos movimientos involuntarios.

  • *Creo que deberíamos hacerla dormir – propuso el hombre.
  • *¡Noo! – gritó Akin entre dientes apretando con fuerza la rama y con lágrimas en los ojos, no quería dejar a la niña.
  • *Mmm… igual a su madre… – dijo la anciana entre dientes.

Akin escuchó el comentario y hubiera querido preguntarle, pero en ese momento, la anciana logró llegar hasta la esquirla y la arrancó. El grito de dolor se escuchó en todo el bosque.

Rápidamente curaron la herida para que dejara de sangrar, el resto tendría que hacerlo la naturaleza, y en esos casos de heridas con plata, la naturaleza era muy lenta aún con los hombres lobo.

El procedimiento con la esquirla en el muslo fue igualmente doloroso, para los tres. Afortunadamente no requirió nada especial, el objeto de plata salió limpiamente de la herida.

  • *Ahora deberías transformarte para que puedas descansar mejor – dijo la anciana con su voz maternal mientras le acariciaba la cara y le secaba las lágrimas con un paño – hablaremos mañana.
  • *Yo se qué ocurrió – le dijo en voz baja el hombre a la anciana – déjeme explicarle.

Se fueron a un lado de la habitación y el hombre comenzó a explicarle lo que había ocurrido y lo que le había dicho Akin. De vez en cuando la anciana miraba a la vampiro con su rostro lleno de odio.

Akin volvió a su forma natural de lobo, así se sentía mucho mejor, pero estaba muy cansada, no sabía cuánto más podría soportar despierta para evitar que mataran a su ángel. Usando toda la poca fuerza que le quedaba se puso de pie y caminó penosamente hacia la niña.

El hombre y la anciana vieron a la loba de perfecto pelaje negro, caminar arrastrando las patas para llegar hasta la vampira y recostarse a un lado de sus piernas. El primer impulso de ambos fue el de impedir que se le acercara, pero concluyeron en silencio, que debían dejarlo así.

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Con la sangre en las venas

Eran cerca de las dos de la mañana, la humedad de un día de lluvia, el frío y la hora tenían las calles despejadas hasta el momento en que el sonido de los pasos acelerados de una niña rompieron la tranquilidad de la noche.

La niña podría haber tenido unos catorce o quince años de edad, era muy delgada e iba vestida con una faldita plisada verde oscuro, una camisa blanca y zapatos negros de charol.

Mientras corría, miraba hacia atrás como esperando ver a un monstruo detrás de ella, pero no había nada ni nadie. Se metió a una callejuela muy sucia y levemente alumbrada por la luminaria de la calle prinipal, donde había un enorme tarro de basura, el último lugar en el que se esperaría ver a una muchacha de su edad y tan bien vestida.

Miró con asco el tarro que le serviría de refugio, abrió la enorme tapa que sobrepasaba por mucho la altura de su cabeza y se metió en él con una agilidad impresionante.

Cuando cerró la tapa, no quedó totalmente a oscuras pues había un hoyo en un costado del tarro del tamaño de un puño, suficiente para que la luz de la calle iluminara el interior, que daba a la calle principal.

De pronto, algo entre la basura se movió, inconscientemente se alejó del ruido y se golpeó contra la pared del tarro, “sólo una rata” pensó cuando vio salir entre los desperdicios a la escurridiza criatura.

Volvió la cabeza para mirar por el agujero hacia el exterior. Aunque no necesitaba respirar su cuerpo le pedía jadear por el miedo, pero el olor le recordó que era tan estúpido como peligroso emitir sonido alguno.

El ruido inconfundible de lo que ella estaba temiendo comenzó a hacerse cada vez más notorio, cada vez más fuerte, cada vez más cercano.

Vio cómo un sujeto de baja estatura y cabello engominado pasaba corriendo por su campo de visión, seguido luego por una tropa de gente vestidas de las más diversas maneras, algunos parecían normales, otros parecían haber sido sacados de películas de pandilleros, otros estaban con ropa deportiva e incluso uno con terno. Pronto pasaron tres tipos en motocicleta, uno de ellos llevaba un bastón en una mano y lo hacía girar violentamente.

Hubo un momento en el que la calle volvió a quedar en silencio, sin embargo, sólo unos segundos más tarde, una mujer alta y cubierta enteramente por un traje de cuero rojo ajustado a su esbelta figura, de largo cabello castaño oscuro levemente ondulado e intensos ojos verdes, pasó frente al callejón. Caminaba lentamente, pero cada paso emitía un fuerte sonido de sus zapatos de taco. De pronto, justo antes de que desapareciera de la visión de la niña, la mujer se detuvo, inspiró hondo y giró la cabeza en varias direcciones como buscando la fuente de algún olor especial. Cuando pareció encontrar la fuente que buscaba, comenzó a caminar lentamente hacia el tarro donde se encontraba la pequeña muchacha escondida. El sonido de cada paso parecía generar un estremecimiento dentro del improvisado escondite.

Los oscuros ojos de la niña, levemente iluminados por la luz de la calle, se agrandaron hasta un tamaño inhumano. Daba la impresión que sus globos oculares iban a salir de sus cuencas en cualquier momento.

Cuando la mujer estuvo al lado del tarro, estiró su delgada y aparentemente frágil mano para levantar la tapa del basurero, pero en ese momento un hombre cubierto de cadenas, aros en toda la cara y terriblemente alto apareció a la entrada del callejón y le gritó a la mujer.

Elizabeth!, ¡¿qué demonios crees que hacer?!, vamos.

La mujer se devolvió lentamente mirando el tarro, con un casi imperceptible gesto desilución en el rostro.

Había estado tan cerca, si sólo hubiera abierto el tarro, si sólo hubiera… si sólo hubiera mirado en él… pero Elizabeth se alejó lentamente, demasiado lentamente, parecía eterna su caminata hasta el final del callejón, donde la esperaba aquel sujeto de extraña apariencia que sin querer la había salvado.

Cuando al fin los dos se largaron, la niña fue conciente que tenía todos los músculos, de su raquítico cuerpo, apretados. Lentamente, a medida que los sonidos de la calle se extinguían, comenzó a relajarse.

No se atrevió a salir de su escondite por mucho tiempo, hasta que se dio cuenta que faltaban sólo unas horas para el amanecer y no debía quedarse allí. Salió lentamente del tarro y miró el cielo, se estremeció ante la posibilidad de encontrarse sin refugio antes de la salida del sol y ya no podía volver a su casa, posiblemente nunca más.

A medida que deambulaba buscando algún lugar donde pasar el día, los recuerdos se comenzaron a amontonar en su mente, acribillándola con dolor. Su maestro y amigo muriendo en sus brazos, los papeles del psiquiátrico, el sabor de la sangre del maestro, su rostro calmado, casi complacido a la hora de su muerte, su brazo extendido y rígido indicando algún lugar, su ira, su frustración, la venganza planeada durante semanas arruinadas por su estupidez. Faltaba algo, pero parecía que su mente se negaba a recordarlo, una parte de ella estaba luchando por recordar, la otra parte parecía querer ocultarlo, tal vez quería evitarle el sufrimiento...

Empapada, sucia y oliendo a restos de yogurt descompuesto, llegó a las afueras de la ciudad y se adentró en el bosque. En otras circunstancias habría evitado a toda costa un lugar así, sabiendo las criaturas que en él moran, pero no tenía alternativa, sin duda, la ciudad le resultaba todavía más peligrosa que esa otra opción.

Poco a poco se comenzaron a escuchar los sonidos de la madrugada, algunas aves e insectos emitían sus saludos al padre sol que aparecería más pronto de lo que ella necesitaba. La niña miró a su alrededor con miedo, abrazándose a sí misma mirando nerviosamente en todas direcciones al compás de los sonidos del bosque. De pronto, casi de la nada un sujeto alto y robusto vestido con un enorme sombrero roto y gastado, una camisa que más parecía una armadura de cuero tachonado, pantalones de jeans con un corte en el muslo del que brotaba abundante sangre y unos bototos negros y sucios, apareció corriendo de entre las sombras con una ballesta cargada en una mano y una escopeta en la otra. El sujeto se detuvo algo confundido frente a la niña, “¿qué haces aquí pequeña, es peligroso para…?”, no alcanzó a terminar la frase y su rostro calmado se trasfiguró a una expresión de terror, “¡un vampiro!” exclamó con un grito ahogado, pero antes de que alcanzara a volver a levantar sus armas, la niña le ordenó mirándolo a los ojos “duerme”. El hombre hizo un intento en vano de no obedecer la orden y se giró intentando darle la espalda, pero la niña volvió a ordenarle que se durmiera y el sujeto cayó pesadamente al suelo.

La niña avanzó hacia él para tomar las armas y aprovechar un poco de comida fácil, pero antes de que se pudiera agachar, escuchó un golpe tremendo detrás de ella, se giró y con el terror reflejándose en sus grandes ojos oscuros, vio a un enorme, un gigantesco hombre lobo que rugió tan fuerte que la niña cayó al suelo aterrada. El hombre lobo se acercó hasta dejar su cara al lado del de ella.

Si había habido algo de color en su rostro ya no lo había, el terror natural hacia esas criaturas le gritaba que corriera lejos, que escapara lo antes posible. Se vio así misma destrozada en el suelo de mil maneras, imaginó a la bestia aullando sobre su cuerpo aplastado, posiblemente desmembrado con la felicidad desbordando en su dentadura blanca y aterradora.

En un inútil intento desesperado balbuceó algo que pretendía ser una orden para que se marchara. Sin embargo, no alcanzó a repetir correctamente la orden cuando la bestia la tomó de la cintura como si fuera una pequeña muñeca de trapo, y se la llevó bajo su brazo.

Al principio intentó luchar, pero pronto se rindió ante la avasalladora fuerza de la tosca extremidad y por miedo a que en represalia a sus intentos de escape la apastara como a una cáscara de maní y se dejó llevar.

Poco antes del amanecer llegaron a una guarida entre las rocas del límites del bosque con el cerro, donde caía una pequeña y alegre cascada cuya abundante humedad hacía que toda esa zona del bosque pareciera una selva tropical. La bestia la dejó en el suelo cerca de una de las paredes de roca de algo que parecía una habitación, suavemente, tanto así, que le pareció casi imposible que una bestia de esa naturaleza pudiera poseer tal destreza.

Estaba en el peor lugar en el que podría haber caído, peor aún que en el tarro de basura, peor aún que si aquella mujer de largo cabello ondulado hubiera abierto la tapa del basurero, era un escondite de hombres lobo. De puro terror estaba temblando en el suelo incapaz de moverse si no era para tiritar, probablemente una actitud demasiado humana, pero no lo podía evitar.

Un hombre, probablemente otro hombre lobo, vestido nada más que con un taparrabos se acercó a la enorme bestia y comenzaron algo que parecía una discusión, gruñiendo y mostrando los dientes como dos animales.

De pronto, sintió un gruñido a su lado que hizo que los vellos de la nuca se le erizaran. No alcanzó a girar la cabeza cuando la bestia que la había atrapado, se abalanzó contra el lobo que se le había acercado, de pelaje blanco con un elegante moteado café en el lomo.

La bestia negra arrastró varios metros al lobo con la embestida. Su poderosa mandíbula apretaba el tórax del animal que lanzó un rugido furioso inundando el lugar con el olor a sangre y adrenalina de ambas criaturas. El cuerpo del lobo blanco comenzó a deformarse a una velocidad increíble, crecían sus músculos, se alargaba su tronco y sus extremidades, su cara adquiría una espantosa forma que no era ni de lobo ni de humano, sino una mezcla horrorosa, casi morbosa, entre ambas especies. Se giró con una increíble velocidad y enterró una de sus afiladas garras en el brazo de la bestia que aún le apresaba con sus dientes a pesar de la transformación del lobo moteado.

El licántropo a medio transformar volvió a girarse intentando soltarse, pero sus propios movimientos le desgarraban aún más su propia carne. Inútilmente dio arañazos que el otro lobo de mucha mayor envergadura evitaba moviéndose de un lado a otro.

Otro lobo apareció por detrás e intentó morder la pata del enorme lobo negro, pero antes de que pudiera siquiera tocarle, el lobo negro lo pateó con la pata trasera que lo hizo volar hasta estrellarse con una de las paredes de roca del lugar. Inmediatamente su cuerpo adoptó la misma forma extraña y desgarbada del otro canino. Con un rugido volvió a lanzarse sobre la bestia negra, esta vez se movió a tal velocidad que sus movimientos eran difíciles de ver, mucho más de seguir y la mordió en el cuello haciendo que saltara sangre donde estaba la niña aterrada viendo la salvaje escena.

Entonces una nueva criatura apareció de atrás de una cortina que hacía las veces de puerta, gruñó con fuerza y la pelea se detuvo al instante. Ese animal que parecía mucho más mal cuidado, tal vez más viejo o tenía alguna enfermedad, continuó gruñendo suave y los lobos quedaron en silencio. Parecían estar escuchando lo que decía, y gruñían de vez en cuando como si respondieran.

Antes de lo que hubiera querido y en aquel lugar repleto de sus enemigos naturales, la muchacha vampiro sintió el cansancio de tantos días sin descanso planeando el asesinato de su padre, era el momento y el lugar menos adecuado para sentir el llamado de Morfeo o lo que fuera que llevaba a los vampiros al mundo de los sueños. Sus ojos se entrecerraron involuntariamente a pesar de que su mente gritaba estar alerta, intentó con toda la fuerza de voluntad que le quedaba después de una de las noches más duras que había tenido, pero evidentemente ya no le quedaban fuerzas ni para mantener sus parpados y se durmió rodeada de sus más mortales enemigos.